Es una zona de alta riqueza ecológica, clave para la conservación del agua y los ecosistemas andinos, donde la biodiversidad convive con tradiciones rurales y prácticas sostenibles.
Fauna:
La región alberga aves como el colibrí de páramo, el copetón, el turpial, la tingua de agua, el carpintero andino y el gavilán pollero. También se encuentran pequeños mamíferos como zorros, comadrejas, curíes y murciélagos nativos, además de anfibios y reptiles adaptados al frío.
La alta montaña de Guatavita, Cundinamarca, se encuentra entre los 2.800 y 3.200 metros sobre el nivel del mar, con un clima frío y húmedo típico del bosque altoandino.
El camaleón de páramo (Anolis heterodermus) es una lagartija nativa de los Andes colombianos y venezolanos, común en los ecosistemas fríos y húmedos entre los 2.500 y 3.800 metros de altitud.
Tiene cuerpo delgado, piel rugosa y colores que varían entre verdes, marrones y grises, lo que le permite camuflarse fácilmente entre musgos, ramas y hojas. Aunque se le llama “camaleón”, no pertenece a esa familia; su nombre popular se debe a su capacidad de cambiar ligeramente de tonalidad y a sus movimientos pausados y sigilosos.
Vive principalmente en arbustos y matorrales del bosque altoandino y páramo, donde caza pequeños insectos. Es una especie pacífica y solitaria, importante para el equilibrio ecológico por su papel en el control de plagas.
Por la pérdida de hábitat, se considera una especie vulnerable y representa uno de los símbolos más discretos pero valiosos de la fauna de montaña andina.
El zorro perruno (Cerdocyon thous), también conocido como zorro cangrejero, es un mamífero carnívoro de la familia Canidae, ampliamente distribuido en Colombia y en gran parte de Sudamérica. Habita desde zonas bajas hasta ecosistemas de bosque andino y páramo, adaptándose bien a climas templados y fríos.
Tiene un cuerpo esbelto, pelaje gris con tonos marrones y rojizos, patas oscuras y una cola espesa con punta negra. Su nombre proviene de su aspecto intermedio entre un zorro y un perro pequeño.
Es omnívoro y oportunista: se alimenta de frutas, pequeños mamíferos, aves, insectos y cangrejos, lo que le permite sobrevivir en diversos entornos. Suele ser nocturno o crepuscular, y vive en pareja o en pequeños grupos familiares.
Cumple un papel ecológico importante al controlar poblaciones de roedores y dispersar semillas. Aunque aún es común en muchas regiones, su población se ve amenazada por la pérdida de hábitat y la caza. Es uno de los visitantes más emblemáticos y silenciosos de los bosques y montañas de Guatavita.
El oso de anteojos (Tremarctos ornatus), también llamado oso andino, es el único oso nativo de Sudamérica y una especie emblemática de los Andes. En Colombia habita desde los 1.800 hasta los 4.200 metros de altitud, en bosques nublados, zonas de alta montaña y páramos.
Su nombre proviene de las manchas claras alrededor de los ojos, que varían en forma y tamaño y le dan la apariencia de llevar anteojos. Su pelaje es negro o marrón oscuro, espeso y adaptado al frío.
Es omnívoro, con una dieta compuesta principalmente por frutos, bromelias, raíces y hojas, aunque también puede alimentarse de insectos o pequeños animales. De comportamiento solitario y pacífico, es un gran dispersor de semillas y cumple un rol vital en el equilibrio ecológico de los ecosistemas andinos.
Se encuentra en peligro de extinción debido a la deforestación, la expansión agrícola y la caza. Su presencia en Guatavita y zonas cercanas del altiplano cundiboyacense representa un símbolo de la vida silvestre andina y la necesidad de conservar los hábitats de alta montaña.
El cóndor andino (Vultur gryphus) es una de las aves más imponentes del planeta y el símbolo nacional de Colombia. Habita las cordilleras de los Andes desde Venezuela hasta el sur de Chile y Argentina, frecuentando zonas de alta montaña, páramos y acantilados por encima de los 3.000 metros de altitud.
Posee una envergadura de hasta 3,3 metros, lo que lo convierte en una de las aves voladoras más grandes del mundo. Su plumaje es negro con cuello y plumas blancas en la parte superior, y su cabeza desnuda presenta tonalidades rojizas. Los machos se distinguen por una cresta prominente.
El cóndor es carroñero, se alimenta de animales muertos, cumpliendo un papel esencial en la limpieza y equilibrio de los ecosistemas. Puede recorrer grandes distancias planeando sin esfuerzo gracias a las corrientes térmicas.
Es una especie en peligro de extinción en Colombia, afectada por la pérdida de hábitat, el envenenamiento y la caza. Sin embargo, continúa siendo un símbolo de libertad, fortaleza y conexión con las alturas andinas, presente en el imaginario espiritual y cultural de los pueblos de montaña.
El colibrí (familia Trochilidae) es una de las aves más representativas de los Andes y un verdadero emblema de la biodiversidad colombiana, país que alberga más de 150 especies diferentes. En las zonas de alta montaña como Guatavita, es común verlos entre los 2.500 y 3.200 metros de altitud, revoloteando entre flores nativas en busca de néctar.
Mide entre 7 y 13 centímetros, con plumajes de colores metálicos y tornasolados que reflejan la luz del sol. Su vuelo es único: puede flotar en el aire, volar hacia atrás y moverse con gran precisión gracias al rápido batir de sus alas, que alcanzan hasta 80 aleteos por segundo.
Se alimenta principalmente de néctar, aunque también consume pequeños insectos para complementar su dieta. Al polinizar flores, cumple una función ecológica clave en la reproducción de las plantas andinas.
El colibrí es considerado un símbolo de energía vital, belleza y conexión espiritual con la naturaleza, muy presente en las tradiciones indígenas y en la cosmovisión de los pueblos de montaña.
El género Buthraupis agrupa varias especies de aves conocidas como tángaras de montaña, propias de los bosques nublados y páramos andinos. En Colombia, una de las más representativas es la tángara montañera grande (Buthraupis montana), frecuente en regiones como Guatavita, entre los 2.500 y 3.500 metros de altitud.
Es un ave de tamaño mediano a grande (unos 20 cm de longitud), con un plumaje azul intenso con matices negros y un canto suave que suele escucharse entre la niebla o en los bordes del bosque. Se alimenta principalmente de frutos, insectos y néctar, participando en la dispersión de semillas y el equilibrio de los ecosistemas altoandinos.
Prefiere hábitats tranquilos y húmedos, donde se mueve en pequeños grupos o junto a otras especies de aves en bandadas mixtas. Su presencia indica ecosistemas bien conservados, por lo que es considerada una especie indicadora de la salud ambiental.
La Buthraupis montana es una joya discreta del bosque andino, símbolo de la riqueza natural y el equilibrio ecológico de la alta montaña de Cundinamarca.
El turpial (Icterus chrysater), conocido también como turpial montañero, es un ave vistosa y melodiosa que habita los bosques y matorrales andinos entre los 1.500 y 3.000 metros de altitud, incluyendo la región de Guatavita y el altiplano cundiboyacense.
Destaca por su plumaje amarillo intenso, contrastado con alas y cabeza negras, y por su canto variado y potente, uno de los más característicos de las montañas colombianas. Mide alrededor de 20 centímetros y suele observarse en parejas o pequeños grupos.
Se alimenta de frutas, insectos y néctar, ayudando a dispersar semillas y mantener el equilibrio del ecosistema. Es un ave territorial pero pacífica, muy adaptada a zonas rurales y a la cercanía con áreas naturales.
El turpial representa la alegría y vitalidad del bosque andino, siendo una de las especies más apreciadas por su colorido y su canto, símbolo de la belleza sonora de la alta montaña.
El carpintero andino (Colaptes rivolii), también conocido como carpintero dorso dorado, es una de las aves más representativas de los bosques de niebla y zonas de alta montaña de Colombia, entre los 2.000 y 3.800 metros de altitud.
Se reconoce por su plumaje amarillo dorado con manchas negras, su cresta roja intensa en los machos y su vuelo ondulante característico. Mide alrededor de 30 centímetros y posee un pico fuerte y recto, adaptado para perforar troncos en busca de insectos y larvas.
Habita en bosques altoandinos, bordes de páramo y zonas arboladas rurales, donde anida en cavidades que él mismo excava. Se alimenta de hormigas, termitas, larvas y frutos, contribuyendo al control de plagas y a la regeneración de los árboles.
El carpintero andino es un indicador de ecosistemas sanos y un visitante frecuente de áreas naturales como Guatavita, donde su tamborileo sobre los troncos anuncia vida y equilibrio en el bosque de montaña.
La comadreja andina (Mustela frenata), también llamada comadreja cola larga, es un pequeño carnívoro nativo de los Andes colombianos, habitante de los bosques altoandinos y zonas de páramo entre los 2.000 y 4.000 metros de altitud.
Tiene un cuerpo alargado y flexible, pelaje marrón rojizo en el dorso y blanco en el vientre, y una cola larga con punta oscura que le da su nombre. Su tamaño promedio es de 25 a 35 centímetros, aunque se mueve con gran agilidad por ramas, rocas y madrigueras.
Es un depredador eficiente, que se alimenta de roedores, aves pequeñas, ranas e insectos, cumpliendo un papel ecológico importante en el control natural de plagas. Caza tanto de día como de noche, guiada por su olfato y oído agudos.
Aunque suele ser esquiva y difícil de ver, la comadreja andina es parte esencial del equilibrio de los ecosistemas de montaña. Su presencia en regiones como Guatavita indica un entorno saludable y biodiverso.
El murciélago nativo andino agrupa varias especies que habitan los bosques de montaña y páramos de Cundinamarca, incluyendo zonas como Guatavita, entre los 2.500 y 3.500 metros de altitud.
Son mamíferos pequeños, de cuerpo ligero, pelaje gris o marrón oscuro, y alas membranosas que les permiten maniobrar con precisión en espacios cerrados. Se refugian en cuevas, troncos huecos o construcciones rurales, y suelen salir al anochecer.
Cumplen funciones ecológicas esenciales:
A menudo son poco valorados, pero los murciélagos nativos son aliados fundamentales del equilibrio natural, contribuyendo a mantener la salud de los ecosistemas altoandinos. Su presencia en la zona refleja un entorno sano, diverso y funcional.
El venado de cola blanca andino (Odocoileus virginianus goudotii) es una subespecie del venado de cola blanca adaptada a los bosques altoandinos y páramos de Colombia, incluyendo las montañas de Guatavita y el altiplano cundiboyacense, donde habita entre los 2.500 y 3.800 metros de altitud.
Tiene un cuerpo esbelto cubierto de pelaje café claro o grisáceo, con una cola blanca muy visible que levanta como señal de alerta. Los machos desarrollan astas ramificadas que renuevan cada año.
Es un herbívoro tranquilo, que se alimenta de hojas, brotes, hierbas y frutos silvestres. Su comportamiento es generalmente solitario o en pequeños grupos familiares, siendo más activo en las primeras horas del día y al atardecer.
Cumple un papel ecológico importante en la dispersión de semillas y renovación del sotobosque, pero sus poblaciones han disminuido por la pérdida de hábitat y la caza.
Ver un venado de cola blanca en las montañas de Guatavita es un símbolo de equilibrio y pureza natural, testimonio de un ecosistema aún vivo y saludable.
Las ranas altoandinas de los géneros Pristimantis y Atelopus son especies endémicas de los Andes colombianos, adaptadas a vivir en ambientes fríos, húmedos y con alta nubosidad, entre los 2.500 y 4.000 metros de altitud. En zonas como Guatavita y sus alrededores, habitan en bosques nublados, quebradas, hojarascas y páramos.
Estas ranas tienen una piel delicada y altamente permeable, lo que las hace muy sensibles a los cambios ambientales, la contaminación y la pérdida de hábitat. Su presencia es un indicador directo de la pureza del agua y la salud del ecosistema.
Proteger a las ranas altoandinas es vital para conservar los ecosistemas de montaña, ya que son esenciales en las cadenas alimenticias y contribuyen al control natural de insectos. Su supervivencia refleja el equilibrio ecológico de la alta montaña andina.
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